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Si tu signo del zodiaco o el ranking de tu mejor año no te ayudan a elegir tu próximo destino, quizá sea el momento de fijarte en tu color favorito. Ve nuestros tours aquí!
El naranja azafrán de la túnica de un monje budista, el azul de una playa en las Bahamas, el rojo de un campo de chiles en algún lugar de la India o el verde de un bosque de bambú en Arashiyama, Japón. ¿Y el púrpura de los campos de lavanda del sur de Francia? El blanco de la cal en Creta o La Mancha, el rosa de las presas en México o el amarillo de las fachadas coloniales en Cartagena de Indias.
Azul: Capilla de Mármol, Chile
El azul es un color que desprende confianza y tranquilidad y es un buen indicador para elegir un destino en función de nuestro estado emocional. La misma sensación experimentan quienes viajan en barco hasta las «capillas de mármol» de General Carrera, de visita obligada a lo largo de la Carrera Astral, carretera que recorre la región de Aysén, en la Patagonia chilena. La magia azul creada por la erosión del agua del propio paisaje kárstico es ideal para visitarla en otoño y primavera en el hemisferio sur, cuando el nivel del lago permite bañarse.
Opción B: No subestime el encanto del pueblo añil de Chaouen (Marruecos) o los azulejos de la hermosa Iglesia del Alma de Oporto.
Verde: Selva tropical de Hoh, Estado de Washington, EE.UU.
El verde debe ser un color atemporal, como la naturaleza, la sostenibilidad, la esperanza. Podríamos enumerar una larga lista de lugares de todo el mundo, pero nuestro lugar favorito es la selva tropical de Hoh, en la península olímpica del estado de Washington. Considerado el único bosque tropical de Estados Unidos, este bosque de 39 kilómetros cuadrados prospera a lo largo del río Ho, donde pinos, abetos, cedros y arces crean un fragante paraíso digno de una película de Tim Burton.
Opción B: Casa Xanadú en Calpe, en el marco de las celebraciones de Bophil 2023, o Montaña de Arroz en Sapa, al norte de Vietnam.
Rojo: Lago Natrón, Tanzania
Desde la estación espacial, puede parecer una herida que rezuma de la corteza terrestre, pero en realidad esta mancha roja pertenece a las algas que afectan al lago Natrón. Este emblemático Gran Valle del Rift, en la frontera entre Tanzania y Kenia, es sólo para valientes: prospera junto al estratovolcán Ol Doinyo Lengai, y en sus aguas sólo habitan los llamados peces Alcolapia y los flamencos, que pueden adaptarse a las profundidades alcalinas y alimentarse de algas, su mejor tinte natural.
Opción B: Visite el Fuerte Rojo de Agra (India), disfrute del amanecer en el Taj Mahal o diríjase a los lodges de pesca de las islas noruegas Lofoten, que forman parte del archipiélago.
Amarillo: Luoping, China
Pregunte a cualquiera y le dirá que no hay ningún océano amarillo en el mundo. Y esto hace que apetezca visitar el condado chino de Luoping en primavera. Sobre todo en el periodo de marzo a junio, cuando eclosionan miles de flores de colza. Aquí los viajeros conviven con lugareños que recolectan flores para la producción de aceite o apicultores que levantan sus tiendas en medio de esta alfombra natural y esperan la llegada de las abejas.
Opción B: La arquitectura colonial de la catedral de Granada (Nicaragua) o los campos de girasoles al otro lado de la ciudad amurallada de Monteriggioni (Toscana).
Blanco: Amorgos, Grecia
El rosa del noveno kudzu y el azul de la puerta confirman que no se trata de un espejismo, sino que se encuentra en Amorgos, una hermosa alternativa a los tótems turísticos de islas griegas como Mykonos, Santorini o Paros. Este oasis prospera gracias al encanto de pequeños pueblos como Katapola y su pintoresco puerto, y sobre todo gracias al encanto del Monasterio de Panagia Chosoviotissa, construido sobre un épico acantilado a 300 metros sobre el nivel del mar, desde donde se aprecia mejor el contraste de colores.
Opción B: los fiordos helados de Ilulissat, sinónimo de un viaje a la deshabitada Groenlandia, o las esculturas naturales del Desierto Blanco de Egipto.
Naranja: Festival Yi Peng, Tailandia
Hay muchas formas de dejar atrás la oscuridad, y en Tailandia a la gente le gusta hacerlo con miles de linternas voladoras durante el famoso Festival Yi Peng, o Festival de las Linternas. Celebrado cada año en la luna llena del segundo mes del calendario Lanna -generalmente a mediados de noviembre- en el norte del país, especialmente en ciudades como Chiang Mai, el festival es una oda a la felicidad que rivaliza con las propias estrellas y dura horas.
Opción B: el monte Uluru de Australia, un símbolo que se derrite al atardecer, o las acacias moribundas en las dunas de arena anaranjada de Deadvlei, en Namibia.
Rosa: Toulouse, Francia
Un grupo de abuelos jugando a la boccia, una pareja de enamorados besándose a orillas del Garona y un nuevo puente que promete llevarle al tradicional barrio de Cus Dillon. Como fondo, para ahogar los colores de todo lo que hay aquí. Toulouse, también conocida como la «ciudad rosa de Francia» por el color de los ladrillos de sus edificios más antiguos, es uno de los mejores lugares para descubrir las alegrías de la vida, la historia de la abadía o las flores moradas que se pueden encontrar en las principales tiendas de artesanía. Toulouse es rosa, pero no se conforma con lo monocromo.
Opción B: Los palacios de la ciudad rosa de Jaipur, en la India, o las salinas del pequeño pueblo pesquero de Las Coladas, en Yucatán, México.
Púrpura: Supertree Grove, Singapur
Esta ciudad asiática ofrece un abanico de experiencias que nunca le dejarán indiferente. Contemple las vistas panorámicas desde la piscina infinita del Marina Bay Sands, piérdase por el Indian Quarter o refúgiese en los futuristas Gardens by the Bay, donde destacan atracciones como Supertree Grove. El espectáculo de luz púrpura de 20 árboles artificiales, de 25 a 50 metros de altura, recuerda la fantasía vanguardista de nuestra llegada (o el mejor camino hacia los satélites de Pandora en la película Avatar).
Opción B: los campos de lavanda de Brievega en Guadalajara -puede utilizar nuestro calendario de colores para decidir dónde ir en España- o los túneles de glicinas moradas del Jardín Fuji en Kawachi, Japón.